viernes, 3 de abril de 2009

Viernes

¿Y vos tenías una canción que se llama Martes?
Yo tenía que escucharla tantas veces. La tenía cerca, la masticaba, la mentira, la verdad, círculos que no tienen finales aparentes.

No soporto lo que soy capaz de imaginar.
Debe estar ahí el borde de la cordura... puedo ver que poco más abajo vamos a caer infinita-finalmente.
Es como si cada palabra generara una sensación lejos mío...

-vos seguís jugando a no pertenecer y yo busco rincones donde esconderme-

Mía, pero lejos.


Es hasta que te das cuenta de que lo vas a seguir intentando.
Entonces logro ver lo difícil que es mantenerme parada en esta mentira:
Que cuando hablo con la gente digo que no, no pasa nada, no me siento mal por esto y no me sentí por segundas veces seducida por ideas un poco más descabelladas sobre la continuidad en el mundo. Tampoco será cuestión de poner toda la culpa sobre la misma y sádica espalda que antes besaba y en la que ahora comen pájaros negros... debería aprender a hacerme cargo de mis propias neurósis, sí, ahora me quedé sin cigarrillos y ahora quiero bajar a comprar pero ahora repaso el camino que va a estar debajo de mis pies y ahora no me gusta.
Y no me gusta esta música que te pedí a vos, y no me gusta que me traiga los pasos de tu casa al subte, y no me gusta que me gusten todas las cosas nuevas que enganchaste de mi vida.

Que no me vuelvan a decir que yo hago ruido. Yo no hago ruido y si hago ruido que sea el ruido de la guerra. Que todo espacio sonoro ocupable después de mí se quede sordo, y que no puedan ni en silencio sacarme la sonrisa de la cara.

Y para el día de mi cumpleaños quiero que los novios sean plantados en los altares, quiero que a los pajaritos se les enganchen las patas en las telarañas, que se caigan las últimas hojas que el viento dejó en los arboles, que las señoras se olviden de proteger las flores de las heladas, que la gente se resbale en las paradas de colectivo, que no ayuden a los ciegos a cruzar la calle. Que te quedes afónico todo el día y no tengas voz para llamarme y decirme te quiero después de despedirme segundos antes de colgar el auricular del teléfono, porque no quiero no creerte una vez más y menos en mi cumpleaños.


(Y aún tienes cara de niña;
varios años más y no les caerás
en gracia ni a los perros.)

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