martes, 16 de febrero de 2010

El odio.

¿Cómo va a poder alguien creerte?
Realmente es una pregunta, que es más como una sensación, que me molesta algunos días.
Me gusta pensar que vas diciendo palabras que yo te enseñé o que fueron mías y que con esos disfraces que me olvidé en tu casa disimulas las patas de araña, la cola de rata.
Miro para abajo, charcos de veneno.
Sé que estás en algún lugar exhalando lo que me robaste.
Las manos atadas con promesas de plástico, con perdones de plástico, con la afirmación como un balde de agua fría en la cara:
Fui una estúpida.
Una y otra vez entré al juego, una y otra vez tu relación trófica, tus incapacidades, tu auto-represión que desembocaba en mí reprimida, tu inmadurez de más mucho, apretar los dientes, apretar los puños, hablar sin voz porque de todas maneras no ibas a escucharme.
Litros y litros que he tragado de un líquido que ahora destilo no sintiendo nada.
Vos haciéndote la superada o superando la torre de basura que levantaste, y yo iré al infierno pero me siento orgullosa de cada vez que se te haga el nudo en el estómago acordándote de lo que fui capaz de darte... No debes gustarle a la luna, lo lamento.

Todo al fuego, vaciar el cuenco, se terminan las historias fantásticas…

- Hola, mundo real, mi nombre es Carolina.

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